UN CUENTO NARRADO POR VIRIATO


"Entre las muchas excelencias que los historiadores griegos y latinos cuentan del carácter de Viriato hay una, la de su ingenio y agudeza, de la que tenemos un bello ejemplo en estos mismos textos. Diódoros nos dice lo que sigue:

Viriato mostraba en la charla un ingenio oportuno, llevando la conversación como hombre autodidacto y de naturaleza no maleada. Así, pues, como los habitantes de Tukke1 no observasen sus compromisos de fidelidad –antes bien, tan pronto se inclinaba a la parte de los romanos como a la suya–, les refirió cierta fábula, no desprovista de ingenio, con el fin de poner en evidencia, al mismo tiempo, la inconstancia hacia su causa. Contóles, pues, lo que acaeció con un hombre, ya ni joven ni viejo, que tomó dos esposas; la más joven, con el deseo de hacerle más semejante a sí misma en la apariencia de la edad, le iba quitando los pelos canos de la cabeza, al tiempo que, con el mismo propósito, la de más edad le arrancaba los negros; de modo que en poco tiempo, depilado por ambas, quedóse finalmente calvo. Lo mismo había de ocurrirles también a los habitantes de Tukke, pues como los romanos mataban a los que militaban en su partido, y los lusitanos, a su vez, mataban a los que figuraban como enemigos suyos, pronto habría de verse la ciudad despoblada.

1 Tucci o Itucci; es la actual Martos, en la provincia de Jaén.

Es el primer trozo de contenido literario de nuestra historia. Trátase, como se ve, de un simple apólogo, semejantes a los de las fábulas esópicas. No conozco antecedentes que expliquen si es o no original. Tampoco es fácil saber si el cuento fue en verdad referido por Viriato o atribuido al héroe por los escritores griegos y latinos, que a veces, con el fin de hermosear su narración y subrayar ciertas particularidades del carácter moral de un héroe, no reparaban en atribuirle dichos ingeniosos o sentencias de fondo didáctico o moral. La anécdota, que no deja de tener un cierto cariz humorístico, es, sin embargo, un claro reflejo del ambiente político en que vivía aquella sociedad, cuyas opiniones se polarizaban en dos extremos totalmente antagónicos: el de los partidarios de la resistencia a ultranza contra el romano (partido de Viriato, de los desposeídos, de los indigentes, de los maltratados por el nuevo estado de cosas creadas con la ocupación romana) y el de los secuaces o simpatizantes con él: los "colaboracionistas", que hoy diríamos; los "afrancesados", que se dijo hace más de siglo y medio. En esta facción militaban, en general, los acomodados, que veían en los romanos una garantía de orden, de respeto a la propiedad; las poblaciones ricas y pacíficas; las gentes más cultas y sensatas, que reconocían la superioridad del romano, tanto en medios militares como en recursos y en cultura. El suegro de Viriato, Istolpas, como hombre dueño de grandes riquezas, era un "colaboracionista" decidido. De ahí la enemistad con su yerno".

Veinticinco estampas de la España antigua.
A. García y Bellido
Madrid 1967

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